Día de Muertos: una tradición muy viva
Cuernavaca, MORELOS.-En el poblado de Ocotepec, “El Día de Muertos” es una de las fiestas más representativas, donde el culto a los difuntos se destaca por su riqueza cultural y religiosa.
Domingo Díaz Balderas, octogenario vecino del poblado ubicado al norte de Cuernavaca, explica que en el cementerio inician los preparativos para la celebración diez días antes del 2 de noviembre, por lo que familias enteras comienzan a arreglar sus tumbas.
Se levantan ofrendas en honor a quienes fallecieron durante el año; a estos altares se les conoce como “ofrendas nuevas”. Éstas se montan sobre una mesa y se recrea el cuerpo del difunto, se viste con ropa nueva, huaraches y sombrero o rebozo; a la altura de la cabeza se colocan las tradicionales calaveras de azúcar. Se rodea de las bebidas y los platillos que fueron los favoritos del difunto. En el caso de los altares de los niños se incluyen juguetes y golosinas.
Las casas con ofrenda nueva se reconocen por un camino de flores que se extiende desde el altar hasta la banqueta. A los visitantes se les invita a pasar y son recibidos amablemente con panes, ponche, café y tamales.
A cambio de esto, las personas otorgan respeto, afecto y algunas veces llevan velas o flores para el altar, en agradecimiento a las atenciones recibidas.
La noche del 31 de octubre repican las campanas de la iglesia anunciando la llegada próxima de los niños difuntos.
El 1 de noviembre por la mañana, se visita el panteón, el cual está adornado con flores de muchos colores, y se oficia una misa en honor a los pequeños.
Por la noche, se tocan las campanas en espera de los difuntos mayores; entonces se realizan los preparativos para la ofrenda y en la mañana del 2 de noviembre se acude al panteón y se ofrece una misa.
Domingo Díaz Balderas, octogenario vecino del poblado ubicado al norte de Cuernavaca, explica que en el cementerio inician los preparativos para la celebración diez días antes del 2 de noviembre, por lo que familias enteras comienzan a arreglar sus tumbas.
Se levantan ofrendas en honor a quienes fallecieron durante el año; a estos altares se les conoce como “ofrendas nuevas”. Éstas se montan sobre una mesa y se recrea el cuerpo del difunto, se viste con ropa nueva, huaraches y sombrero o rebozo; a la altura de la cabeza se colocan las tradicionales calaveras de azúcar. Se rodea de las bebidas y los platillos que fueron los favoritos del difunto. En el caso de los altares de los niños se incluyen juguetes y golosinas.
Las casas con ofrenda nueva se reconocen por un camino de flores que se extiende desde el altar hasta la banqueta. A los visitantes se les invita a pasar y son recibidos amablemente con panes, ponche, café y tamales.
A cambio de esto, las personas otorgan respeto, afecto y algunas veces llevan velas o flores para el altar, en agradecimiento a las atenciones recibidas.
La noche del 31 de octubre repican las campanas de la iglesia anunciando la llegada próxima de los niños difuntos.
El 1 de noviembre por la mañana, se visita el panteón, el cual está adornado con flores de muchos colores, y se oficia una misa en honor a los pequeños.
Por la noche, se tocan las campanas en espera de los difuntos mayores; entonces se realizan los preparativos para la ofrenda y en la mañana del 2 de noviembre se acude al panteón y se ofrece una misa.
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