lunes, 16 de diciembre de 2013

Mucho cuidado con cuándo te mueres


Morir es un arte, y todo arte bien entendio implica tres cosas :
1) Buena composición y realización
2) Buen timing : que suceda lo justo en el momento justo
3) " Savoir faire" de la elegancia : equilibrio exacto entre la discreción y la fastuosidad

Veamos cada uno de estos casos :
1) Buena composición y realización. Muérete cuando  hace rato que no se muere nadie. Especialmemnte nadie famoso.
2) Buen timing : que suceda lo justo en el momento justo: Muérete cuando falten muertes de famosos  y encima la tuya  es medio tragica y mal pautada. Que no haya eventos que pesen mas que tu muerte cuando  mueres . Te diria que jamas mueras en Navidad .
3) " Savoir faire" de la elegancia : equilibrio exacto entre la discreción y la fastuosidad: Muerte de un modo elegante , como sin querer. Isadora Duncan murió estrangulada por  su foulard enredado en la rueda de la Masseratti de su amante  20 años mas joven . No creo que puedas  superar una muerte mas top , pero inténtalo ...¿ atragantada con caviar  en un show  de  jazz? ¿ Haciendo  bunjee  jumping en Eslovenia?
SI vas a morir, que sea  con onda  y actitud . 

Velorio del dirigente comunitario

Velorio del dirigente comunitario (circa 1950)  by Jorge Shussheim 

Schumajer:- Todo un menstsch!

Dzigan:-Una gran persona!

Schumajer:-Un mentsch tan querible!

Dzigan:-Un buen mentsch.

Schumajer:-Un mentsch tan honorable!

Dzigan: -un mentsch tan... menstsch…

Schumajer:-No hubo otro mentsch como él!

Dzigan:-no hay ni va a haber alguien tan mentsch!

Schumajer:-Quién se lo hubiera imaginado?

Dzigan:- Yo todavía no lo puedo creer!

Schumajer:-Una verdadera tragedia: 
un hombre cómo él, tan sano, y de pronto, shoin! Se acabó!

Dzigan:-Y pensar que ayer a esta hora estaba fresco. Olía a fresco!

Schumajer:- Qué pena la viuda….

Dzigan:-Pobrecita! Perdió a su groiser mentsch.

Schumajer:-La colectividad perdió a 
un gran diriguent.

Dzigan:-La colectividad lo va a superar, pero ella, una mujer tan jóven…

Schumajer:-Una mujer tan linda! Ahora, toda vestida de negro…

Dzigan:_Parece que la tristeza se le sale por las orejas. Mirá el par de aros negros que se puso!

Schumajer:_y él ya no puede hacer nada por ella…

Dzigan:-después de todo, qué es él ahora?

Schumajer:- Un ex fabricante de electrodomésticos, un ex-jugador de golf, un ex-dirigent. Un ex mentsch. Ahora es todo ex.

Dzigan:- Nu? Es negocio morirse?

Schumajer:- Veis ij vus? El negocio también se le va a morir ahora. Y era todo un mentsch. De lejos te dabas cuenta de que era un hombre tan decente!

Dzigan:-Con qué facilidad conseguía nuevos socios!

Schumajer:-Con qué facilidad les sacaba guelt!

Dzigan:-Con qué dificultad los socios podían 
recuperar su guelt!

Schumajer:-Pero igual era todo un mentsch.

Dzigan:-A goldener mentsch. Un hombre de oro.

Schumajer:- Y ahora ese pedazo de oro se va in drerd arain.

Dzigan:-No hay justicia en este mundo.

Schumajer:-El señor dió, el señor quitó.

Dzigan:-El sí que sabía vivir bien!

Schumajer:-La confianza que se sabía ganar. Cómo sabía convencer, oy mame maine!

Dzigan:-Tenía la confianza de todas las instituciones. Todo un activista.

Schumajer:-Todos los fondos pasaban por sus manos.

Dzigan:-era la honestidad en persona. Quién le iba a controlar algo?

Schumajer:-Quién se hubiera animado a controlarlo?

Dzigan:-Quién mandó a construir tantos edificios nuevos para las instituciones?

Schumajer:-El.

Dzigan:-Y quién se ocupaba de comprar las máquinas, los muebles y los cuadros para los edificios?

Schumajer:-El.

Dzigan:-Y en manos de quién se depositaba tanto dinero?

Schumajer:- en las de él!!! En las de quién, si no?

Dzigan:- si no hubiera sido por él que se ocupaba de todo, adonde hubiera ido a parar todo ese dinero?

Schumajer:-todo estaba en su poder.

Dzigan:-tenía buen ojo para distinguir lo que valía la pena.

Schumajer:-Tenía un buen nus para oler con qué quedarse.

Dzigan:-Tenía la mano siempre lista.

Schumajer:-Que mano inquieta.

Dzigan:-que mano larga.

Schumajer:-y una cabeza…que cabeza!

Dzigan:-Tambien…semejante cargo…

Schumajer:- Con un silbido manejaba a todo el mundo…

Dzigan:- y ayer dió el último silbido y se quedó sin stock de aire!

Schumajer:-Pobre su secretaria. Mirá que conmovida está…

Dzigan:-él siempre la conmovía.

Schumajer:-era como un padre para ella.

Dzigan:-Hasta se le sentaba en las rodillas. Parecia una criatura!

Schumajer:-adonde se consigue una secretaria así?

Dzigan:-Y qué dactilógrafa! Qué habilidad con las manos!

Schumajer:- cuando se sentía sola, él dejaba todo 
y la iba a reconfortar.

Dzigan:-Y le insuflaba alegría en el alma.

Schumajer:- tres veces por semana er iz aranguegaiguen bluzn. La insuflaba. La insuflaba. La insuflaba.

Dzigan:-La esposa está destrozada. 

Acaba de desmayarse otra vez.

Schumajer:-Mendelevich, el tesorero, la está consolando.

Dzigan:-Todo el tiempo estuvo consolándola.

Schumajer:-Cuando el difunto se iba de viaje, también la consolaba.

Dzigan:-una mujer virtuosa.

Schumajer:- Las virtudes saltan a la vista.

Dzigan:-Merece ser consolada.

Schumajer:-Que muchacho piadoso es Mendelevich! 
Consolar así a una persona es una mitzve.

Dzigan:-consolarla a ella es una mitzve y una mejáie.

Schumajer:-Sha! La gente está escuchando!

Dzigan:-Tenés razón: es una falta de respeto con el muerto.

Schumajer:- Y quien se va a ocupar ahora de las instituciones?

Dzigan:- sobre las espaldas de quién va a recaer tanto peso?

Schumajer:-parece que estaba escrito que recaería sobre uno de nosotros dos. Yo.

Dzigan:-Yo entiendo que yo.

Schumajer:-Yo tengo más experiencia como diriguent.

Dzigan:- y yo estoy desde antes.

Schumajer:-Querés que te diga algo?

Dzigan:- Querés que yo te diga algo?

Schumajer:-Querés que cuente de tus falsos chekn?

Dzigan:-y vos querés que cuente andere mainses?
Schumajer:-Y vos querés que yo vaya adonde vos sabés que yo sé que vos vas, a contar lo que vos sabés que yo sé que vos tenés?

Dzigan:-Sha! Con un entierro no te alcanza? Querés que nos entierren también a nosotros?

Schumajer:-partamos diferencias.

Dzigan:- Bueno. Un período yo presidente y vos secretario.

Schumajer:- Mejor primero voy yo como representante al exterior.

Dzigan:- y después voy yo como institución patrocinante.

Schumajer:- después de todo…

Los dos:- qué es lo que uno no haría por la comunidad!!!

viernes, 1 de noviembre de 2013

La artista Laurie Anderson, viuda de Lou Reed, ha publicado este jueves 31 de octubre un obituario en un semanario estadounidense local, East Hampton Star:
A nuestros vecinos:
¡Qué otoño tan maravilloso! Todo reluciente y dorado y toda esa increíble luz suave. El agua nos rodea.
Durante los últimos años Lou y yo pasamos tiempo aquí, y aunque somos gente de ciudad este es nuestro hogar espiritual.
La semana pasada le prometí a Lou que lo sacaría del hospital y volveríamos a casa a Springs. ¡Y lo conseguimos!
Lou era un maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí feliz y deslumbrado por la belleza y el poder y dulzura de la naturaleza. Murió el domingo por la mañana mirando a los árboles y haciendo la famosa posición 21 del tai chi con tan solo sus manos de músico moviéndose en el aire.
Lou era un príncipe y un guerrero y sé que sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo llenarán a muchas personas con la extraordinaria alegría de vivir que él tenía. Larga vida a la belleza que desciende y perdura y que se adentra en todos nosotros.
Laurie Anderson
Su amante esposa y eterna amiga 

jueves, 31 de octubre de 2013

Dia de muertos en México

Día de Muertos: una tradición muy viva

Día de Muertos: una tradición muy viva
Cuernavaca, MORELOS.-En el poblado de Ocotepec, “El Día de Muertos” es una de las fiestas más representativas, donde el culto a los difuntos se destaca por su riqueza cultural y religiosa.
Domingo Díaz Balderas, octogenario vecino del poblado ubicado al norte de Cuernavaca, explica que en el cementerio inician los preparativos para la celebración diez días antes del 2 de noviembre, por lo que familias enteras comienzan a arreglar sus tumbas.
Se levantan ofrendas en honor a quienes fallecieron durante el año; a estos altares se les conoce como “ofrendas nuevas”. Éstas se montan sobre una mesa y se recrea el cuerpo del difunto, se viste con ropa nueva, huaraches y sombrero o rebozo; a la altura de la cabeza se colocan las tradicionales calaveras de azúcar. Se rodea de las bebidas y los platillos que fueron los favoritos del difunto. En el caso de los altares de los niños se incluyen juguetes y golosinas.
Las casas con ofrenda nueva se reconocen por un camino de flores que se extiende desde el altar hasta la banqueta. A los visitantes se les invita a pasar y son recibidos amablemente con panes, ponche, café y tamales.
A cambio de esto, las personas otorgan respeto, afecto y algunas veces llevan velas o flores para el altar, en agradecimiento a las atenciones recibidas.
La noche del 31 de octubre repican las campanas de la iglesia anunciando la llegada próxima de los niños difuntos.
El 1 de noviembre por la mañana, se visita el panteón, el cual está adornado con flores de muchos colores, y se oficia una misa en honor a los pequeños.
Por la noche, se tocan las campanas en espera de los difuntos mayores; entonces se realizan los preparativos para la ofrenda y en la mañana del 2 de noviembre se acude al panteón y se ofrece una misa.

lunes, 28 de octubre de 2013

Carta de estudiante agradecida

From: amealfonso@hotmail.com
To: anavon@hotmail.com
Subject: blog gran ayuda
Date: Mon, 28 Oct 2013 09:43:57 -0300

buen dia, mi nombre es ana alfonso soy estudiante de Ciencias de comunicacion de la UBA, queria agradecerte tu blog porque en verdad fue de gran ayuda , con mis compañero estamos haciendo para la materia grafica una nota de investigacion y el tema que elegimos fue que negocios se esconden tras la muerte. El blog escrito por Ud. fue de gran ayuda, y lo que tambien me gusto fue, el valor que tuvo para sacarle todo lo triste y ceremonioso de la circunstancia y relacionarlo con chistes, poemas, canciones, etc.
Pero me atrevo a Hacerle una pregunta ¿por que eligio tener un blog que hable sobre la muerte?

martes, 8 de octubre de 2013

Un reloj que predice la muerte

     

Crean reloj que predice el momento exacto de la muerte

La creación del inventor sueco Fredrik Colting se basa en la medición de estadísticas del historial médico de los usuarios. El método a emplear es través de una inexorable cuenta regresiva.

POR  FERNANDO JIMENEZ
07

octubre
2013
Lo único seguro es la muerte. Así reza el dicho popular sobre cómo los seres humanos enfrentamos la inquebrantable ley de la vida. Sin embargo, un innovador productor de la marca Tikker podría cambiar radicalmente la historia al predecir exactamente la fecha de la muerte.
Tal cual. El asombroso utensilio echará a andar un inexorable reloj que, siempre en cuenta regresiva, indicará a los portadores hasta los segundos que les quedan con vida.
¿Cómo funciona? Los usuarios rellenan un cuestionario sobre su historial médico antes de restar su edad a partir de los resultados globales para obtener su “puntuación muerte”. Ésta se introduce en el reloj y todo comienza a andar.
La creación del inventor sueco Fredrik Colting se basa en la medición de estadísticas del historial médico de los usuarios. El método a emplear es través de una inexorable cuenta regresiva.
El creador fue el inventor sueco Fredrik Colting, quien asegura que el reloj, lejos de ser algo sórdido, pretende ayudar a la gente a vivir sus vidas al máximo.
EL MÉTODO
Para fijar la fecha y hora exacta de la muerte personal, primero hay que entrar a una página en internet y llenar un cuestionario. El historial médico, incluyendo alergias o enfermedades, son de gran utilidad a la hora de averiguar el momento exacto del deceso.
También es importante saber si la persona consume bebidas alcohólicas o si fuma y si hay antecedentes de cáncer, diabetes o cualquier otra enfermedad en la familia.
"Imagínate que alguien te dijo que tienes un año de vida. ¿Cómo cambiaría tu vida? Para todos nosotros, la vida viene con una fecha más antes ", dijo Colting.
“Mientras que la muerte no es negociable, la vida no lo es. Todo lo que tenemos que hacer es aprender cómo valorar el tiempo y la vida que se nos ha dado; aprovechar el día y seguir a nuestro corazón", señala.
La fila superior de la pantalla digital del reloj muestra año, mes y día, mientras que la segunda fila de la cuenta regresiva horas, minutos y segundos. La fila inferior muestra el tiempo local.
"De año a segundo que presenta el tiempo siempre en movimiento, nunca en reposo, y nuestras vidas cada vez más escasos hacia el resto final, "dijo Cotling.
"La presencia de la muerte es una sorpresa para nadie, pero en nuestra sociedad moderna rara vez habla de ello. Creo que si fuéramos más conscientes de nuestra caducidad estoy seguro de que volvería a tomar mejores decisiones mientras estamos vivos".
FUENTE: Dailymail.Uk
FOTO: Tikker/Kickstarter

lunes, 9 de septiembre de 2013

Si amas a alguien, quema sus posesiones



En las creencias religiosas vietnamitas, la muerte no significa el final. La muerte es el paso a la otra vida, en la que las cosas son iguales a las del mundo.

El muerto necesita las comodidades de su hogar tanto como las necesitan los vivos. Pero ¿cómo obtienen teléfonos celulares, lavadoras y ropa nueva?

Es simple, sus familiares compran efigies hechas de papel de los objetos y las queman. A través del humo que emanan, los objetos son transferidos a la otra vida.

El gobierno vietnamita estima que, el año pasado, la gente gastó alrededor de US$20 millones en objetos de papel para quema

sábado, 4 de mayo de 2013

"Morirse es cosas de idiotas, morirse es para principiantes.” (Charlie Sheen -Programa 20/20). 

jueves, 18 de abril de 2013

Jim Morrison

« People fear death even more than pain. It’s strange that they fear death. Life hurts a lot more than death. At the point of death, the pain is over. I guess it is a friend…»
- Jim Morrison

sábado, 30 de marzo de 2013

Maurice Sendak, ilustrador, y como le hubiera gustado morir


BLVR: A yummy death?
MS: I’m just reading a book about Samuel Palmer and the ancients in England in the 1820s. You were so lucky to have William Blake. He’s lying in bed, he’s dying, and all the young men come—the famous engravers and painters—and he’s lying and dying, and suddenly he jumps up and begins to sing! “Angels, angels!” I don’t know what the song was. And he died a happy death. It can be done. [Lifts his eyebrows to two peaks] If you’re William Blake and totally crazy.
http://www.believermag.com/issues/201211/?read=interview_sendak

domingo, 3 de marzo de 2013

Desarmar la casa luego de que los padres murieron

http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/no-ficcion/Desarmar-casa-luego-padres-murieron_0_872912905.html


Desarmar la casa luego de que los padres murieron

La autora –hija única, además de escritora y editora– da nuevos significados a su historia a medida que enfrenta los recuerdos del hogar familiar. Cómo continúa la vida al quedarnos sin el resguardo y el afecto de nuestros mayores. Una nueva entrega del coleccionable que sale junto con Ñ cada semana.

POR GABRIELA MASSUH

Mis padres tuvieron la deferencia, o la desfachatez, de morirse en el mismo año, con cinco semanas de diferencia. Me tocó a mí desarmar el departamento, abrir esos cajones que nadie parecía haber abierto desde hacía treinta años. Pensé que nunca podría hacerlo, hay que tener mucha cintura para encontrarse con las pertenencias de los seres queridos cuando ya no están.
Un papelito con números de teléfono, una agenda con listas de compras del supermercado, un juego de naipes o una boleta vieja del gas pueden convertirse en armas de destrucción masiva cuando no se está preparado para encontrarlas. Cada objeto tiene el poder brutal de hacernos asomar, por última vez, al empecinamiento, la soledad, la obsesión, la pertinacia o la meticulosidad de la persona que se fue; una ráfaga implacable que la trae de vuelta de cuerpo entero: allí sigue estando cuando ya no está.
Yo no podía evadirme, mi condición de hija única me condenaba irremediablemente a encontrarme con esas nimiedades que son el testimonio más feroz de la impiedad del paso del tiempo. Finalmente a punto de claudicar después de abrir el primer cajón, recordé un cuento de John Berger.
La idea de la muerte de mis padres empezó a preocuparme a la edad de cinco o seis años. Habíamos viajado a Alemania, donde mi padre tenía la intención de perfeccionar sus estudios de filosofía . Aquella era una Alemania anterior al milagro económico, sin vidrieras con marcas conocidas, cuyo paisaje urbano era interrumpido por grandes baldíos de los que en voz baja se decía: “Allí cayó una bomba” . La asociación entre bomba y terreno baldío prevaleció hasta mucho tiempo después de que regresáramos a la Argentina; será por eso que hasta hoy para mí los baldíos tienen algo de siniestro.
En esa Alemania todavía predominaban usanzas anteriores a la Guerra o directamente provocadas por ella. Todo el mundo vivía con lo puesto y contaba el centavo. Una lata de Nescafé era un lujo asiático y a nosotros –mi padre se había comprado un Opel Olimpia usado– se nos veía como a potentados un poco salvajes, malcriados y dispendiosos. Durante las primeras semanas en Murnau, donde mis padres aprendían alemán en el Instituto Goethe, yo pasaba las mañanas en el aula de un colegio ubicado entre la iglesia del pueblo y el cementerio. No entendía nada de lo que se decía.
Mis compañeros no usaban cuadernos, sino una pequeña pizarra sobre la que escribían con un puntero de tiza; no llevaban sus útiles en una valija, sino en una mochila de cuero que mi madre se negó a comprarme por considerar que me podía dañar la espalda. Antes de comenzar las clases se rezaba en la iglesia y yo, criada en una familia estrictamente agnóstica, no sabía cómo juntar las manos.
Todas las mañanas mi madre me acompañaba hasta la escuela. No me dejaba en la puerta, sino allí donde, en un recodo, se abría el primer peldaño de una empinada escalera de piedra por la que se ascendía unos 200 metros entre arbustos de bellotas coloradas hasta el patio de la iglesia. Una mañana me encontré con las puertas cerradas. Di unas vueltas por el jardín del cementerio; el terror de no saber qué hacer me hacía volver siempre al rellano de la puerta. Tal vez grité, porque apareció una mujer por cuyas enfáticas señas interpreté que por alguna razón era feriado.
Podría haberme quedado allí a esperar que me vinieran a buscar, pero la idea de permanecer bajo el frío gélido de esa mañana de diciembre me espantaba. De modo que corrí escaleras abajo y empecé a remontar, sin aliento, la calle por la que mi madre se había alejado. No sabía hacia dónde corría, pero detrás de ese túnel de árboles raquíticos, detrás de la acechanza de una intemperie sólo entrevista en la inquietud de aquellas primeras noches de insomnio , suponía yo, encontraría a mi madre. Y así fue. Como si me hubiera escuchado de lejos, ella también corría hacia mí.
Con el tiempo, el miedo a quedarme sola cedió o se asordinó detrás de las palabras extranjeras que iba haciendo propias y me abrían un sentido y un mundo plasmados en los recovecos de mi memoria como un tiempo tan verde como el del edén.
El miedo a la orfandad renació durante la pubertad y, con él, una tendencia a la tartamudez que ya había asomado incipientemente en la época en la que aprendía a hablar. Será que frente a los miedos una se queda sin palabras; o bien, que las palabras dan miedo porque siempre terminan por esconder su verdadero sentido. Por eso, crecer fue siempre aprender a hablar y, luego, aprender a que se me entendiera más allá de los endogámicos gestos y sobreentendidos establecidos entre la trinidad familiar en mis épocas de persona adulta.
Me fui de la casa de mis padres cuando terminé los estudios, bien lejos, expulsada por el país que, como tantas veces, no daba para más. Pero los hijos únicos nunca se van realmente. Entre ellos y los padres hay un lazo indisoluble, casi atávico, la mágica atracción del número tres, fuera de él nada está completo, nada se cierra ni es definitivo. Todo vuelve al número tres por más que el tiempo pase y se simule vivir la vida.
Murieron en el 2008, año en el que publiqué mi primera novela que ninguno de los dos pudo leer . Mi madre, porque un tumor en el lóbulo frontal la había convertido en una criatura desvalida que buscaba enhebrar palabras detrás de una sonrisa que partía el alma. Mi padre, porque un hastío de décadas le inhibió las ganas de seguir viviendo y había comenzado a deslizarse por una pendiente de progresiva debilidad de la que sólo salía para pedir, siempre con el mismo gesto de cabeza, que lo dejaran en paz.
Durante meses yo había entrado como un fantasma en ese departamento penumbroso, sin dejar rastros, sin que se notaran mis ganas de salir corriendo, sin moverme demasiado por temor a deshacer la superficie quebradiza que tiene la vida cuando los que una quiere se están muriendo. Los hechos, mientras se viven y aparecen sin prevención, no parecen tan dramáticos; a veces pienso que son más terribles en la mirada retrospectiva o al darles forma en palabras, porque cada minuto de pena trae su alivio, cada dolor su paliativo y cada tragedia su farsa. Por ejemplo, aprendí que lugares comunes como “no somos nada” o “mañana será otro día” revelan, detrás de su cuota de banalidad, la fruición de un súbito consuelo porque pertenecen a esos pequeños rituales que logran suspender el tiempo y señalar una pertenencia.
De sus varias estancias en el exterior mis padres habían acumulado muchos más objetos de los que cabían en los 117 metros cuadrados del departamento de la plaza Vicente López. Siempre habían querido mudarse, pero el momento nunca llegó, de modo que roperos y placares rebalsaban de seis décadas de matrimonio a los que se agregaba, luego lo descubrí, mi propia infancia.
Me tocó levantarlo, deshacer sus vidas y parte de la mía; la que fue y la que podría haber sido. El hecho de abrir cajones llenos de objetos que acaban de perder su razón de ser es una de las experiencias más radicales de la devastación ; peor cuando se es hija única. Los objetos que un muerto guardaba en un ropero, un botiquín, una biblioteca o una alacena acaparan, uno a uno, la perfecta representación de su vida cotidiana más íntima y más entrañable. Nos convierten en testigos únicos, tristemente privilegiados, dueños caritativos de la decisión de hacerlos desaparecer o donarlos, regalarlos, evitar a toda costa que se conviertan para otros en un incordio.
Durante meses me dediqué a desfragmentar capas geológicas de fotografías, telares a medio hacer, relojes pulsera y despertadores, juegos de porcelana sin usar, agendas, vajilla, ropa, costureros, abrecartas, mi primer cuaderno, mi primer diente de leche , mis primeros aritos, mis cartas de Alemania y demás intrascendencias. Los 6.500 libros de mi padre fueron a parar a la Universidad de Tucumán, armé 24 cajas con sus manuscritos y sus clases de historia de las religiones que ahora guarda una amiga piadosa, regalé los muebles y doné el resto. Me quedé con algunas cartas, algunas fotos dedicadas y un juego de porcelana belga . Algún día habrá que decidir qué hacer con ese resto. Intuyo que ese día no va a llegar muy pronto.
Lo llamativo de ese pasado, que ahora sobrevive en casa de primos, amigos, conocidos y personas que no conozco, no hacía que yo sintiera lo que se siente en el hecho de dar, sino más bien lo contrario, una secreta gratitud, un alivio recóndito : la felicidad de que los objetos permanezcan en la vida de otros.
Y aquí viene a cuento el relato de John Berger cuyo tema era, si se quiere, el adiós ya no a los muertos, sino a sus pertenencias, a las huellas domésticas de su paso por la vida. El narrador visita a un amigo a quien acaba de morírsele la mujer. Por toda la casa hay rastros de ella, el color del marco del espejo que pintó , la disposición de la cama del dormitorio, los rododendros en flor del pequeño jardín. El amigo ha donado todo lo que le pertenecía con mucho empeño, ocupándose de que, ya por necesidad o por cariño, cada elemento fuera recibido por alguien capaz de darle un uso específico. Sin embargo, no ha podido desprenderse de unos dibujos de plantas que la muerta realizó a lo largo de los años. No les veía el valor que podrían tener para un tercero. Entendiendo su desolación, el narrador le dice que los clasifique. Nada más que eso: que los clasifique.
Yo leí ese relato mientras deshacía el departamento de mis padres. Ahora no sé si mi interpretación da con el sentido que quiso darle Berger, pero en aquel momento comprendí que esa clasificación, que implicaba preparar los dibujos de la muerta para un destino eventual, era la manera más humilde de poner en orden la vida que se fue y la vida propia. Eso me ayudó a aceptar lo que con creces se resiste a ser aceptado: la finitud. La nuestra y la de los otros.

Gabriela Massuh es escritora argentina. Directora de la editorial Mardulce. Es autora de las novelas "La intemperie" (Interzona) y "La omisión" (Adriana Hidalgo)

Estos textos fueron publicados en la sección "Mundos íntimos" de Clarín, durante 2012.