viernes, 3 de octubre de 2014

miércoles, 10 de septiembre de 2014

    El 30 por ciento de los suicidios en el mundo se cometen mediante envenenamientos con pesticidas, ahorcamientos o con armas de fuego. (Foto: Archivo)

    El 30 por ciento de los suicidios en el mundo se cometen mediante envenenamientos con pesticidas, ahorcamientos o con armas de fuego. (Foto: Archivo)

    Cada 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, como una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para fomentar compromisos y medidas prácticas para prevenir los suicidios.
    Estimaciones de la referida institución revelan que cada día hay en promedio casi 3 mil personas que ponen fin a su vida, y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue. Se puede decir que cada cada 40 segundos una persona se quita la vida.
    Un informe reciente de la OMS que recoge datos de los últimos 10 años, destaca que el suicidio es un problema mundial que cada año es responsable de 800 mil muertes.
    “En 2013, la OMS inició un plan de acción para reducir un 10% la tasa de suicidio en los países desde ese año a 2020”. Directora general de la OMS, Margaret Chan.
    Métodos más comunes
    Entre los medios principales por los que se cometen los suicidios, se encuentran pesticidas, medicamentos, o líquidos químicos.
    Se estima que en torno al 30 por ciento de los suicidios en el mundo se cometen mediante envenenamientos con pesticidas, ahorcamientos o con armas de fuego.
    De igual modo, se conocen otras formas, como lanzarse al vacio desde estructuras altas o buscar un arrollamiento con vehículos o medios de transporte como trenes.
    Perfil del suicida
    Las características de un suicida, varían en función de la renta del país. En los más ricos, el número de hombres que decide terminar con su vida es tres veces mayor que el de las mujeres, pero en los de medianos y bajos recursos ese ratio es mucho menor: 1,5.
    Pero, por otro lado, cuando se habla de tentativa de suicidio son las mujeres las que más veces protagonizan estos intentos.
    Las tasas de suicidio mayores se dan en personas de 70 o más años, aunque en algunos países este problema se da más entre los jóvenes, y globalmente se considera la segunda causa de muerte entre los 15 y los 29 años.
    El patro sigue variando a nivel mundial. Las muertes por suicidio son mayores en el norte de Europa que en en los países mediterráneos. El informe de la OMS detalla que detrás del suicidio en los países de altos ingresos están en un 90 por ciento de las ocasiones los trastornos mentales, mientras que estos suponen el 60 por ciento de las causas de las muertes por suicidio en algunos países de Asia, China y la India.
    Planes de acción
    Existen planes de acción frente al suicidio. Se reparten así: 18 países en África, 17 en América, 11 en la región del Mediterráneo, 26 en Europa, siete en el Sudeste Asiático y 11 en el Pacífico.

    Suicidios en cifras
    Lituania es el país que tiene la tasa de suicidios más alta del mundo, considerando la población masculina (los varones se matan en una proporción muy superior a las mujeres en todos los países), según la OMS. El promedio es de 61,3 cada 100 mil habitantes.
    1.- Lituania: 61,3 por cada 100 mil habitantes.
    2.-Rusia: 53,9 por cada 100 mil habitantes.
    3.- Bielorrusia: 48,7. por cada 100 mil habitantes.
    Más abajo quedan: Kazajistán con 43, Hungría y Letonia con 40, y Ucrania con 37,8.
    Siete de los siguientes diez pertenecen a Europa del Este. Completan la decena tres asiáticos: Corea del Sur, Japón y Sri Lanka.
    Como los países de Europa Occidental tienen índices más bajos, la media europea es de 23,2 suicidios cada 100 mil habitantes (siempre considerando la población masculina).
    Las naciones latinoamericanas, promedian 10,3. A excepción de Uruguay, Cuba y Chile, que tienen tasas similares a las europeas (de 26, 19 y 18 respectivamente), el resto está por debajo de los 13 suicidios.
    Los casos extremos son Paraguay, que tiene 5,1; República Dominicana, con 3,9; y Perú, con 1,9.
    Es cierto que las naciones de Europa Oriental no están entre las más avanzadas y son las que encabezan la lista, pero desde el décimo puesto en adelante, aparecen los de Europa Occidental y otros países desarrollados no europeos.
    Entre ellos, Estados Unidos, que tiene un índice de 17,7 cada 100 mil habitantes, y Canadá (17,3).  En cuanto a América Latina, entre los países con más suicidios están Chile (18,2) y Uruguay (26), que son los que alcanzaron estándares de vida más cercanos a los europeos.
    Países dominados por el Islam
    Si bien la OMS no cuenta con estadísticas de muchos países dominados por el Islam, en aquellos que hay información los números son elocuentes. Por ejemplo, en Egipto, la tasa es de apenas 0,1 suicidios cada 100 mil habitantes. En Jordania es de 0,2. Mientras que en Siria e Irán -donde la información está lamentablemente muy desactualizada- los suicidios son 0,2 y 0,3.


    miércoles, 13 de agosto de 2014



    UN BIPOLAR ANTE EL SUICIDIO DE ROBIN WILLIAMS


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    ¿Qué experimenta un bipolar cuando se suicida otro bipolar? Aunque no se ha comentado demasiado, Robin Williams era bipolar. La lista de actores que sufren esta patología es notable e incluye a Stephen Fry, Catherine Zeta-Jones, Jim Carrey, Ben Stiller, Mel  Gibson, Richard Dreyfuss. Todo indica que primero intentó cortarse las venas, pero probablemente no pudo soportar el dolor. Las venas se resisten a liberar su carga, casi como un niño que lucha para no dormirse porque tiene miedo a la oscuridad. Sin embargo, cuando el deseo de morir se ha apoderado de la mente, no se desiste con facilidad. Por eso, el famoso actor cambió de método, ahorcándose con un cinturón. Al parecer, escogió la noche para decir adiós. Tal vez le empujó el insomnio, un adversario particularmente cruel. La desesperación se agudiza cuando el mundo escatima su tregua diaria, esa pequeña muerte que paradójicamente nos ayuda a vivir, suspendiendo por unas horas en el mundo real. Los bipolares raramente disfrutan de un sueño reparador. Yo sufro continuas pesadillas. Sueño que me ahogo, que mi piel arde y se desprende como las pavesas de una hoguera, que mi garganta intenta articular sonidos y solo produce estertores, que mis ojos hormiguean con miles de insectos agitándose debajo de los párpados. Suelo levantarme agotado y confuso, pero el turbulento mundo de los sueños me resulta más tolerable que mi rostro en el espejo, maltratado y envejecido por un dolor obstinado.
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    No voy a ocultar que la muerte de Robin Williams me ha afectado. Tengo 50 años, escribo, soy bipolar, no tengo hijos, he sobrevivido a varios intentos de suicidio y he perdido la esperanza de vivir sin el lastre de la angustia, la tristeza y la ansiedad. El trastorno bipolar recorta la esperanza de vida en diez, veinte, treinta años. Cada estudio arroja un resultado diferente. Mi hermano Juan Luis hundió la cabeza en un horno y abrió las espitas del gas con cuarenta años. No albergaba convicciones religiosas, pero escenificó su muerte con una hilera de crucifijos, alineados en el pasillo que conducía a la cocina. Era mi hermano, pero también una ausencia que yo he combatido reelaborando mis recuerdos, pues no soportaba el contraste entre la realidad y el deseo. Si miro hacia atrás, hay más vacíos que vivencias compartidas. En muchos aspectos, fuimos dos desconocidos que se encontraban de tarde en tarde, fracasando una y otra vez en el propósito de tejer una relación basada en el afecto y la comprensión. Nuestra impotencia para llegar al otro no impidió que naufragáramos en las mismas aguas. Si alguien examina nuestras vidas, advertirá grandes diferencias, pero también se preguntará si no éramos la misma persona, bordeando los mismos abismos. Quizás yo he vivido diez años de más, pero el anhelo de escribir me empuja a seguir aquí. Percibo mis días como páginas que avanzan entre el sufrimiento y el anhelo de felicidad. A estas alturas, tal vez solo soy palabras que se resisten a morir.
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    Robin Williams no era uno de mis actores favoritos. Es indudable que tenía talento, pero quizás por mi edad estoy más cerca de Montgomery Clift o Marilyn Monroe. Los dos eran bipolares, autodestructivos y profundamente desdichados. Monty se maltrató a conciencia, abusando de las drogas y el alcohol. Apenas superó los cuarenta años. Marilyn vivió menos. La noche del 5 de agosto de 1962 su cuerpo se rindió ante un cóctel de barbitúricos. Al parecer, mezcló Nembutal (pentobarbital) y Seconal (secobarbital), una combinación fatal que solo fue posible porque su médico de cabecera y su psiquiatra no compartían información. Todo indica que esta vez no buscaba la muerte, pero sí unas horas de sueño, con la desesperación del que ha sobrevivido a duras penas a feroces insomnios. Nunca sabremos las causas y circunstancias exactas de su muerte. Sin embargo, hay incontables testimonios sobre sus fallidos intentos de suicidio, que evidencian su inestabilidad emocional. Ser inestable no es una elección, sino un estado del alma que brota de una interminable herida. No sé cuál era la herida de Robin Williams, que agravó su desorden interior, con previsibles adicciones. Previsibles porque el alcohol y las drogas mitigan la depresión, induciendo una alegría tan artificial como efímera. De joven consumí ácidos y cocaína. Solo fue un contacto fugaz, pero no he olvidado su efecto. Al principio, experimentas euforia, excitación y una ilimitada confianza en ti mismo. Hablas durante horas, con una aparente clarividencia. Sientes que por fin has logrado desembarazarte de cualquier inhibición o complejo, pero solo es un cruel espejismo. La avalancha de palabras, hallazgos e intuiciones se detiene poco a poco y de repente comienza una vertiginosa caída. Parece que has saltado por la ventana de un patio interior, con las paredes de color ceniza y un suelo que se prepara para destrozar tu cuerpo, transformando tu cerebro en una medusa moribunda. Al parecer, Robin Williams había superado sus adicciones, pero no la depresión, que se había agudizado durante las últimas semanas. Cuando encontraron su cuerpo, se hallaba casi sentado. Mi hermano estaba de rodillas, con los pies descalzos. Ambas imágenes son desoladoras, pues reflejan indefensión y fragilidad, pero también una profunda determinación de morir.
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    El suicidio no es una elección libre y racional, sino un impulso incontrolable. Yo celebro estar vivo. Entre 1993 y 2007, busqué la muerte en varias ocasiones, combinando antidepresivos, ansiolíticos e hipnóticos, pero desde que empecé a escribir literatura la perspectiva del suicidio perdió fuerza y ahora solo es un lejano fantasma. El suicidio de Robin Williams ha resucitado ese fantasma, pero no como una posibilidad, sino como un doloroso recuerdo. He pensado en Margaux Hemingway, que se suicidó el 1 de julio de 1996. No es una fecha cualquiera, sino el aniversario del suicidio de su abuelo, Ernest Hemingway, el gigantón que amaba el boxeo, los toros, la caza, la guerra y que en la madrugada del 2 de julio de 1961 se voló los sesos con su escopeta favorita, una Boss calibre 12. Hemingway conservaba la pistola Smith & Wesson con la que se suicidó su padre, el médico Clarence Edmonds. Clarence se pegó un tiro en la cabeza mientras se encontraba en el despacho de su consultorio. Cuando recibió la noticia, el escritor comentó: “Probablemente yo voy por el mismo camino”. Al igual que su abuelo, Margaux sufría trastorno bipolar. Se quitó la vida en su apartamento  de Santa Mónica, California, utilizando una sobredosis de fenobarbital. Tenía 42 años. Dejó un bloc de notas, pero arrancó algunas hojas y las quemó. En las primeras páginas se leía: “Amor, curación, protección perpetua para Margot”. También quemó incienso, hizo un montoncito con sal, alineó dos velas y depositó un ramo de flores blancas en la mesilla de noche. A la izquierda de su cama, colocó un osito Teddy, quizás por nostalgia de la infancia, pese a que siempre manifestó que de pequeña había sido muy desgraciada. Al examinar el cuadro, algunos pensaron que pretendía formular un conjuro contra la muerte, pero tal vez solo quiso escenificar su suicidio. El suicidio es una ceremonia privada abocada a convertirse en acontecimiento público, especialmente si eres un artista. Quizás Margaux nos dejó un mensaje que no sabemos interpretar o solo nos quiso decir adiós a su manera.
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    Sobrevivir a un suicidio no produce alivio, sino rabia y frustración. Es un nuevo fracaso en una vida marcada por los sentimientos de fracaso, pero eso no significa que resulte deseable tener éxito, pues el que se mata deja un rastro terrible en su entorno. De alguna manera mata a los que le querían. Yo no soy capaz de pensar en mi hermano sin recordar su suicidio. Sus fotos descansan en un álbum, lejos de la vista, pues su imagen está inevitablemente asociada a su trágica muerte. No le he olvidado. Simplemente, no soporto la sombra del suicidio, dibujándose en una mesa o una repisa. Yo no deseo añadir un nuevo drama a la historia de mi familia. Quiero vivir, tengo muchas ganas de vivir. Pienso que solo he empezado una segunda navegación como escritor, después de pasar quince años en la enseñanza y un lustro como investigador y bibliotecario. Robin Williams nos deja el mismo año que Philip Seymour Hoffman, que se inyectó una explosiva mezcla de heroína, cocaína, benzodiacepinas y anfetaminas. Ambos sucumbieron a sus demonios interiores. Hoffman comentó a sus amigos: “Sé que voy a morir”, pues seis semanas antes había superado de milagro a una sobredosis. Incapaz de controlar su adicción, consumía también grandes cantidades de alcohol. Se puede decir que también se suicidó, pues alcohol, drogas y enfermedad mental suelen bailar en la misma cuerda, sin ignorar que antes o después caerán al vacío. Yo me he enamorado de las palabras y eso me ha salvado. Ahora me dedico a seguir los pasos de la luz, embriagándome con su belleza. No hay mucho más. La realidad solo es eso y quizás sea lo mejor, pues nuestra conciencia no podría soportar la carga de la infinitud. Robin Williams no ha sido acogido por un Dios compasivo. Está con nosotros, invitándonos a darle la espalda a la melancolía. No se me ocurre mejor homenaje que mirar al cielo y sencillamente sonreír.

    martes, 6 de mayo de 2014

    Antonio Dal Masetto: “Demasiado cerca desaparece”

    –Cierta vez decidí suicidarme y me corté las venas. Había puesto una toalla en el piso para que absorbiera la sangre. La toalla era amarilla y con el rojo de la sangre se fue poniendo anaranjada. Yo la miraba cambiar de color y pensé: “Qué anaranjado hermoso”. Me emocionó. Entonces decidí suspender el suicidio (…)

    –Una noche decidí suicidarme después de cenar. Me dolía el estómago. Pensé: “Comí mucho, no voy a poder hacerlo ahora, descanso un rato, cuando me sienta mejor me suicido” (…)

    –En otra oportunidad ya me había metido el caño del revólver en la boca, estaba por apretar el gatillo y pensé: “Antes de disparar debería abrir la puerta del departamento para que los vecinos puedan entrar cuando escuchen el tiro”. Pero me dio pereza y me dije: “La abro después”.
    , Editorial El


    Antonio Dal Masetto: “Demasiado cerca desaparece” Ateneo, Buenos Aires, julio de 2012.

    jueves, 10 de abril de 2014

    No hay túnel

    http://www.24horas.cl/tendencias/ciencia/aseguran-descifrar-misterio-de-la-luz-al-final-del-tunel-1081459


    Aseguran descifrar misterio de la "luz al final del túnel"

    El catedrático de Neurobiología de la Universidad de Amsterdam, Dick Swaab, explica que tal sensación corresponde a “una falta de riego sanguíneo en el globo ocular”.
    POR  FERNANDO JIMENEZ
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    104
    17
    febrero
    2014
    Es uno de los misterios que más intrigan al ser humano. En vista de la imposibilidad de experimentar la muerte y después volver para contar los sucedido, los estudios siempre han sido ligados a una extraña “luz al final del túnel”, paisaje que se vería al momento de fallecer.
    ¿Es tan así? Según Dick Swaab, catedrático de Neurobiología de la Universidad de Amsterdam, tal condición que es asegurada por los paciente no resulta más que una falta de riego sanguíneo en el globo ocular, que les hace perder la visión periférica y vislumbran tan solo una luz en el centro del ojo.
    En cuanto a la sensación de "flotar" fuera del propio cuerpo, el profesional lo atribuye a que una parte del cerebro, "la zona del giro angular responsable de la sensación del equilibrio, no tiene suficiente oxígeno".
    El profesional, que dirige un equipo de investigación en el Instituto Holandés de Neurociencias, asegura que estimuló la misma zona cerebral en pacientes conscientes, que también experimentaron idéntica sensación de verse desde fuera, "pero que vuelven a su lugar cuando acaba la estimulación", recalca.
    "Las diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer están programadas y, aunque las hormonas jueguen un papel, no es lo más importante, porque aunque la mujer llegue a la menopausia, eso no significa que se masculinice", dice.
    "Es nuestro cerebro quien escoge la pareja adecuada. La relación de pareja se hace de una manera inconsciente y eso se llama enamoramiento, pero es el cerebro quien está valorando todas las ventajas e inconvenientes a toda velocidad", argumenta.

    jueves, 27 de marzo de 2014

    Caso marido de actriz Nazarena Vélez: intensa polémica sobre el suicidio

     Miércoles, 26 de marzo de 2014


    Nazarena Vélez: "Te traté mal y vos te mataste, fue mi culpa"

    Desconsolada y en plena crisis de llanto, la productora disparó esas palabras durante el entierro de Fabián Rodríguez.

    FOTO: NA
    En la tarde de este miércoles Nazarena fue al velatorio de su marido, Fabián Rodríguez, y en medio una crisis de nervios y de profundo dolor, la productora disparó varias frases producto de la desesperación y hasta se la escuchó responsabilizarse por el suicidio del que fuera su pareja.
    "Te amo, te amo. No hacía falta que hagas eso", repetía una y otra vez mientras su hija Barbarita Vélez la abrazaba.
    "Te traté mal y vos te mataste, fue mi culpa", esbozó en el lugar donde el cuerpo fue enterrado.
    Recordemos que Fabián Rodríguez se ahorcó el lunes por la noche en el departamento donde funcionaba la oficina de Jaz Producciones.