martes, 20 de enero de 2009

La muerte de Federico Fellini



Acabo de leer un libro de memorias de Marcello Mastroianni, desgrabadas de un documental que hizo su última esposa, la directora de cine Ana María Tató , llamado "Si, ya me recuerdo - Memorias" ( en el original, “ Mi ricordo , sì , io mi ricordo")( “De viva Voz" , Ediciones B Grupo Zeta , Barcelona, 1998) en el cual de una manera deliciosa cuenta que la vejez sirve para sentirse libre, porque nadie puiede quitarte nada y que “ No sentir culpas es la verdadera señal de que uno ha comenzado a envejecer” .
Cuando le preguntan qué piensa de la meurte dice que le ustaría seguir vivo : " Un plus en la vida me consolaría. Me irrita mucho la idea de tener que desaparecer , porque además no tengo unas fe que me sostenga . Incluso asi,medio hundido como estoy , preferiría quedarme asi un rato, y hasta un buen rato". El libro es tierno y parece la punta del iceberg de lo que tendría Mastroianni para contar . pero lo más tierno es cuando relata la muerte de Federico Fellini:


«Ans-Fruns-Ahs-Wans-Fhuns-Sonn-Sohn!»

Su profunda relación con el mar: ¿por qué hacía aquellas escapadas a Ostia, a Fregene? Por otra parte, procedía de Rímini, una ciudad situada a orillas del mar. Al final de sus días, tras haber sido operado en Suiza, quiso descansar una temporada en el Gran Hotel de Rímini, que tanto había ensalzado en sus películas.
Yo evité ir. Demasiado circo a su alrededor. Todos querían demostrar que eran amigos de Fellini. Mucho teatro; mucho cine. Fui a verle cuando lo hospitalizaron en Ferrara para una cura de rehabilitación. Allí no había nadie.
—¡Ah, Marcellino! —me dijo al verme entrar en su habitación.
Me impresionó mucho. Yo siempre había visto a Fellini como un hombre apuesto. Sí, para mí era un hombre apuesto de grandes ojos expresivos. Pero al verle en aquella camita de hospital, sentí una gran pena.
—Marcellino, ¿ves ese crucifijo que hay en la pared? De vez en cuando echa a volar, da una vueltecita por encima de mí y regresa a su sitio. Y también a los médicos, cuando entran, los veo pequeñísimos. Creo que se debe a las medicinas que me dieron antes de la operación, para dormirme. ¿Sabes?, producen alucinaciones, y se tarda mucho en eliminar por completo esos venenos del organismo, así que sigo viendo imágenes extravagantes.
—¡Lo que tú tienes es mucha imaginación! —repliqué—. Tal vez todas estas visiones te las estás inventando.
—¿Sabes qué me pasó? Cuando estaba en el Gran Hotel de Rímini, perdí el equilibrio y me caí de la cama. Busqué el teléfono para pedir ayuda, pero lo que encontré sobre la mesilla de noche fue un manojo de espárragos.
—¿Un manojo de espárragos?
—Sí, eso me pareció. En realidad era mi propia mano, mis dedos. A continuación se abrió la puerta y vi entrar (estaba en el suelo) dos piececitos calzados con unos zapatitos relucientes, negros, con lacitos. Y al levantar la mirada, exactamente igual que en una panorámica cinematográfica, vi unos pantaloncitos con dos botones, como los de Mickey Mouse. Al levantar la mirada más aún, descubrí que se trataba de un niño. Entonces le dije: «Corre, ve a pedir ayuda.» Y él me espetó: «Ans-Frus-Ahs-Wans-Fhuns-Sonn-Sohn!» En una palabra, era alemán.
Pensé hasta dónde era capaz de llegar la imaginación de Fellini, en su inconfundible toque irónico.
—El niño salió. Al cabo de un rato oí que daban una patada a la puerta y entraron dos camilleros. « ¡Cuidado con la pared, no vayas a rayarla! », dijo uno de ellos, y el otro repuso: «Tú cógelo por las piernas, ¡y cuidadito con los cojones!» Y me cogieron y me sacaron de allí.
- Federico, me parece un extraordinario comienzo de película - le dije - Empiezas así , y luego ...Sí, podría terminar en la playa de Rímini , con todos los altavoces transmitiendo las bandas sonoras de tus películas, las de Nino Rota . Verás , todo acabará bajo el cielo de Rímini, en la playa, con esa música hermosísima.



Dicen que se muere como se vive . Quien vive asustado, muere asustado. Quien vive melancólico, meuere melancólicamente. Fellini era imaginativo y delirante y murió en un sueño típico de sus películas.
Gracias, Marcello, hermoso recuerdo.

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