martes, 20 de enero de 2009

Pirandello - el hombre que no se resigna a perder su tonta vida


De " El hombre con la flor en la boca " de Luigi Pirandello :
(...) Yo le digo que necesito agarrarme con la imaginación a la vida de los demás; pero así, sin placer, sin interesarme siquiera... Más bien... para sentir un fastidio para juzgarla tonta y vana, la vida, de manera que a ninguno pueda importarle acabar. (Taciturno, con rabia) Y esto es fácil de demostrar, ¿sabe?, con pruebas y ejemplos continuos, en nosotros mismos, implacablemente. Porque, caballero, el deseo de vivir no sabemos de qué está hecho; pero..., ahí está, ahí está; lo sentimos todos aquí, como una angustia en la garganta; y no se satisface nunca; no puede satisfacer nunca, porque la vida, en el mismo acto en que la vivimos, es siempre tan voraz de sí misma, que no se deja saborear. El sabor está en el pasado que nos queda vivo dentro. El deseo de vivir nos viene de eso: de los recuerdos, que nos tienen atados. Pero, ¿atados a qué?: a esta tontería..., a este disgusto..., a tantas ilusiones estúpidas..., ocupaciones insulsas... Sí, sí. Esto que ahora, aquí, es una tontería; esto que ahora, aquí, es un aburrimiento; y llego hasta a decir: esto que ahora parece una desventura, una verdadera desventura... sí, señor..., a la distancia de cuatro, cinco, diez años, ¡quién sabe qué sabor adquirirá..., qué gusto tendrán las lágrimas de ahora! Y la vida, ¡Dios mío!, al solo pensamiento de perderla..., especialmente cuando se sabe que es cuestión de días... (En este momento por la esquina de la izquierda, asoma la cabeza, para espiar, la mujer vestida de negro) ¡Mire...! ¿Ve usted allí? Allí, en aquella esquina.... ¿ve usted aquella sombra de mujer? ¡Mire! ¡Ya se escondió!
Si la muerte, señor fuera como uno de esos insectos extraños, repugnantes, que a veces descubre uno encima de sí... Va usted por la calle; un transeúnte lo para de improviso, y, con cautela, con los dedos extendidos, le dice: «¿Me permite, caballero? Lleva usted la muerte encima.» Y, con aquellos dos dedos extendidos, la pilla y la arroja... ¡Sería magnífico! Pero la muerte no es como esos insectos repugnantes. ¡Cuántos que están paseándose, tan alegres y confiados, quizá la llevan encima! Nadie la ve; y ellos están tranquilamente haciendo proyectos para mañana o pasado mañana. Ahora, yo ... (Se levanta) ¡Mire, caballero!, venga usted aquí ... (Lo hace levantarse y lo lleva junto a la farola encendida), aquí, junto a esta luz..., venga... Voy a enseñarle una cosa... Mire aquí, debajo de mi bigote... ¿Ve usted esta acerola violácea? ¿Sabe cómo se llama esto? ¡Ah! Tiene un nombre dulcísimo..., más dulce que un caramelo: epitelioma, se llama. Pronuncie la palabra, y sentirá su dulzura: epitelioma...; la muerte, ¿comprende?, ha pasado. Me ha puesto esta flor en la boca, y me ha dicho: «Tenla, querido: volveré a pasar dentro de ocho o diez meses.» (Pausa) Ahora, dígame usted si con esta flor en la boca, puedo estarme en casa tranquilo y quieto, como quisiera aquella desgraciada. (Pausa) Le grito: «¿Ah, sí? ¿Quieres que te dé un beso?» «¡Sí, bésame!» Pero, ¿no sabe usted lo que hizo la semana pasada? Con un alfiler se arañó aquí, en el labio; luego me agarró la cabeza y quería besarme... besarme en la boca.... porque dice que quiere morirse conmigo. (Pausa) Está loca. (Luego, con ira) ¡Yo no me estoy en casa! ¡Quiero estar detrás de los escaparates de las tiendas, yo, para admirar la habilidad de los dependientes! Porque..., usted comprenderá..., si en un momento siento el vacío dentro de mí... Puedo también matar, como el que no hace nada, toda la vida de uno que no conozco...; sacar el revólver y matar a uno que, como usted, haya tenido la desgracia perder el tren... (Se ríe) No, no; no tenga miedo caballero: ¡es una broma! (Pausa) Me voy. (Pausa) Me mataré yo, si acaso... (Pausa) Pero..., ¡en esta época hay unos albaricoques tan ricos...! ¿Cómo los come usted? Con toda la boca, ¿verdad? Se abren por la mitad; se oprimen con los dedos..., como labios jugosos..., ¡ah, qué delicia! (Se ríe. Pausa)

2 comentarios:

danny dijo...

Sabés?, yo conozco tanto ese sentimiento. Ví la muerte de las personas que más amaba, me siento antigua conocida de la muerte, hasta una novia platónica, sin embargo me le resisto siempre una vez más,. Aunque la siento acariciando mis talones.
saludos

Ana von Rebeur dijo...

¿ Y quién no , Danny? Especialmente si has vivido la muerte de seres queridos!
Gracias por tu comentario ,
Ana